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lunes, 18 de marzo de 2013

BUSCANDO EL CASTILLO DE SERREILLA . Al—S.zal.h


BUSCANDO EL CASTILLO DE SERREILLA .  AlS.zal.h
MARIANO LÓPEZ MARÍN



Para mí es un honor hacer la recensión del último libro de mi buen amigo Niceto Hinarejos Ruiz con quien comparto pasión por la investigación de la historia de nuestras  tierras, él de su Alcalá de la Vega natal y yo de Salvacañete y ambos de las antiguas Tierras de Moya.




En el mes de enero recibí este último libro ”Buscando el castillo de Serreilla” que completa su larga lista de títulos publicados sobre las Tierras de Moya y sobre su  querida Alcalá de la Vega . Algunos de estos títulos los ha hecho en colaboración: Moya, su historia, sus hombres, sus tradiciones (Valencia, 2001), Moya (Cuenca), tierras de frontera (1269-1375), Historia y documentos a la luz del Archivo de la Corona de Aragón (2007). Otros son solamente suyos, siendo también su editor: Alcalá de la Vega: un pueblo perdido y hallado (Madrid, 1998), El castillo de Serreilla (Madrid, 2004 y Zara (Madrid  2008);  esta última una novela histórica ambientada en la tierras de Moya y de la cual también hice su recensión en la Revista Moya, de la cual ambos somos colaboradores asiduos.
Éste es un libro de investigación profunda de la situación del desaparecido castillo de Serreilla partiendo de los documentos de los archivos catedralicios de Cuenca, Albarracín, Toledo y de multitud de archivos nacionales y locales, Archivo Histórico Nacional, Archivo Histórico de Cuenca, Real Chancillería de Granada, archivo de Molina de Aragón, de Daroca y por supuesto de Alcalá de la Vega  donde  el autor pudo salvar las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada de 1752 y desde las cuales comenzó su investigación silenciosa y constante, durante muchos años, del  misterioso castillo de Serreilla que desapareció cuando Moya fue poblada.¡Qué suerte han tenido los de Alcalá de la Vega con tener a una persona de la talla intelectual y humana de Niceto Hinarejos Ruiz! Y amplío esta suerte a las antiguas Tierras de Moya que han podido contar con sus extraordinarias investigaciones que han dado luz a muchos temas oscuros de la historia de Moya y sus tierras.
El  libro  está  encuadernado en tapa blanda –17x24 cm-, ilustrado con fotos en blanco y negro, y en color, 168 páginas, cuya edición se imprimió en Madrid en 2012, “en el 800 aniversario de la Batalla de las Navas de Tolosa” (1212-2012), fecha importante para la historia de estas tierras y de España. La dedicatoria dice mucho de la personalidad de su autor y de su gran amor y dedicación al pueblo donde nació y vivió bastantes años:
A todos los que ya se fueron y a los pocos que quedan que no pudieron hacer otra cosa, todos los días y durante siglos, que, agarrados a la esteva, guiar el arado por los “rochos” de las empinadas cuestas de nuestros montes tras dos mulos uncidos, usar la hoz y la zoqueta durante la siega espatarrados sobre el abultado surco de besana que aguantaba la mies, soportar sobre el trillo y la parva las calimas del mes de agosto, aguantar el picor del tábano al aventar contra el solano y cargar costales de trigo hasta el molino. Y sólo, para poder comer pan cada día....
¡Que gran dedicatoria, amigo Niceto, a las gentes de tu pueblo trabajadoras y entregadas  a esa tierra que les vio nacer y a la que se dedicaron en cuerpo y alma para sacar el  escaso fruto que daban!
El prólogo del libro es de nuestro común amigo Miguel Romero Saiz, recientemente nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y es para quitarse el sombrero. Ya al principio se arranca con una sentencia de Séneca: El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo. Aquí demuestra el amigo Miguel que se ha leído el libro y que conoce no sólo su contenido, sino la íntima lucha del autor -un latinista metido a historiador- por defender contra viento y marea su tesis acerca de la ubicación de la antigua Serreilla de las crónicas bajo medievales de conquista. Analiza las motivaciones del autor para escribir su obra y nos acaba descubriendo al propio autor con sus características personales de “sencillez y honestidad” a la hora de plantear su hipótesis. De paso destaca la capacidad de trabajo del ponente y su conocimiento de las herramientas metódicas e instrumentales que le permiten bucear en los vetustos pergaminos gótico-latinos, donde moran los signos indescifrables de la historia y sus caminos, vías que muchas veces son vericuetos tortuosos que no siempre llevan a alguna parte. El prologuista acaba alabando el trabajo del escritor, afirmándole en su justificado orgullo, advirtiéndole que “en la vida no hay soluciones (definitivas), sino fuerzas en marcha”. Potencias que por otra parte no vienen dadas, sino que hay que crear cual avenidas o sendas, para facilitar que las soluciones puedan llegar. Este y no otro ha sido el gran mérito de nuestro amigo Niceto: allanar la ruta para que las verdades de la Historia lleguen. No sólo su verdad, sino lo que dicen los documentos.






En el preámbulo el autor esboza las líneas maestras del contenido de los capítulos siguientes... La causa del oscurecimiento de las antiguas poblaciones que formaron el marquesado de Moya, poblaciones que ya eran viejas cuando se fundó Moya, se halla en la propiya, que “urgió artificial, tardía y poco espontáneamente por mandato real...”. 
El propósito del libro de Niceto Hinarejos Ruiz es demostrar la ubicación de Serreilla y su castillo, comenzando por afirmar una hipótesis general: “Serreilla fue hasta que apareció Moya, a la que cedió su jurisdicción y su hegemonía, estuvo en lo que fueron sus tierras y se olvidó porque Moya, transmisora de noticias, no llegó a conocerla”. Reconoce el autor que, “aunque no exento de riesgos quiere exponer su verdad  sobre una `parte de estas tierras de Moya, convencido que es la verdad. Verdad a la que solamente se llega estudiando todos los documentos y testimonios escritos medievales, conectados con otros datos locales muy particulares y relevantes, que fueron desconocidos o pasaron desapercibidos”. Para Niceto “ ser hijo de Alcalá de la Vega, conocedor de sus peculiares datos históricos, de sus tradiciones leyendas, costumbres, rituales, mitos, de sus señores mayorazgos y sabedor de inéditos documentos medievales unieron dos elementos imprescindibles para una aventura  afortunada, capaz de enfrentarse sin riesgo con alguna parte de la historia transmitida
Las crónicas castellanas no nos informan sobre Serreilla porque, cuando esta zona se incorporó al reino castellano y al obispado de Cuenca (1232), “Serreilla ya no era, estaba casi enterrada en un desolado montículo, bello mirador lleno de ruinas, sumido en el abandono y la desolación…”en palabras del autor. Mientras, siguiendo los deseos de Alfonso VIII, se levantaba el gran bastión de Moya con nueva historia y, a un cuarto de legua más al Norte del meandro, donde se asentaba la fortaleza  de la antigua Serreilla, cimentada sobre estelas visigodas, huyendo de la escabrosidad del terreno y olvidando sinsabores, Alcalá de la Vegahabía trasladado los bártulos y despojos que pudo recoger de su antigua y destrozada morada para, desde una nueva posición menos agreste poder vigilar con más eficacia y comodidad la gran vega de la Cerreilla, la vega del mijo, y acercarse más al molinero harinero templario y a las nuevas instalaciones y servicios dimanados de las dotaciones otorgadas por Ramón Berenguer IV en 1142 a las tierras concertadas a los templarios tras la nueva norma y doctrina de Daroca“

Mapa de lo que fueron las tres diócesis visigodas de Valeria, Segóbriga y Arcábrica.Tomado de la biografái de faccebook de Castillo de Quelasa

Con el título “Puzzle de la Historiase inicia el capítulo I de esta publicación donde de forma muy documentada nos cuenta el autor el devenir histórico de los obispados visigodos de Valeria, Arcábriga y Segóbriga, la creación y evolución del  Obispado de Albarracín y su incursión hasta Huélamo y Cañete y la entrega de las iglesias de Cañete al obispado de Cuenca. Dicho obispado de Cuenca fue creado por el papa Lucio III en 1182 mediante sendas bulas, una dirigida a Alfonso VIII, conquistador de Cuenca, y otra a su primer obispo Juan Yáñez, con la intención de unir  los primitivos obispados de Arcábriga y Valeria en uno solo con sede en Cuenca. Pero este proyecto de obispado va a chocar con los intereses del obispado de Albarracín, que se hacía llamar segobricense, tenía una parte de Arcábriga y pretendió también, cuando llegó la conquista, aquella otra parte de las tierras del Cabriel, de clara  pertenencia a Valeria. En este mismo capítulo se analiza el papel de Cañete y cómo el obispo de Albarracín cedió la jurisdicción de Cañete al obispo de Cuenca en 1190, alegando que en su día perteneció a la primitiva jurisdicción de Valeria. El obispo Juan Yáñez , con fecha 16 de enero de 1195, entrega para vestuario de los canónigos de Cuenca  la mitad del diezmo de todas las iglesias de Cañete y de su término, los diezmos del portazgo, de las quintas y de las salinas de Cañete. Estas salinas  estaban y están localizadas en el  actual pueblo de Salinas del Manzano. Alfonso VIII fortaleció este privilegio con fecha  10 de septiembre de 1195, para dar mayor consistencia a la separación de Cañete de la Iglesia de Albarracín. Otro aspecto importante de este capítulo primero son las circunstancias históricas unidas a los reyes de Aragón, remontándose a Alfonso el Batallador, que tuvieron que ver con las  repercusiones y consecuencias de la creación del obispado de Albarracín y de los problemas que surgieron al querer delimitar el de Cuenca. De forma extraordinaria y manejando mucha documentación explica el autor los pormenores de la extensión del conde de Barcelona hacia Aragón y zonas próximas de un vasto territorio para su repoblación  ”extendido hacia el Sur por el interior de las montañas  que custodiaban al primera franja de tierras  y de castillos junto al mar, por tierras todavía en poder de los moros, que entrega a los Templarios” que serán los encargados de llevar a cabo su puebla y su conquista. Todo esto se recoge en las Cartas de Daroca que citan  los castillos de Ademuz, Castielfabib y Serreilla. También el fuero de Molina fija límites  para  el condado de Molina, representado por Don Manrique de Lara, tan caprichosos como inclusos en los límites de Daroca y coincidentes ambos en  algunos lugares. El río Cabriel se convirtió en frontera de Castilla. Alfonso VIII, tras conquistar Cuenca y llegar hasta Alarcón, debido a pactos y alianzas contraídas con los árabes, paró sus conquistas en las riberas de este río. Pero Pedro II, rey de Aragón, no respetando estos compromisos  entró en el pasillo comprendido entre el río Cabriel y el Turia. En esta entrada ganó tres castillos  muy importantes en las  fronteras del reino de Valencia que fueron Adamuz, Castelfabib y Sertella (1210). Don Rodrigo Giménez de Rada  reclamó los derechos sobre Moya desde la fecha en que Pedro II entregó a Albarracín las iglesias de El Cuervo, Pina Jahya (Castiel y Ademuz) y Serreilla. El obispo de Cuenca, D. García, estaba disconforme con la asignación de parte de Valeria a Albarracín en 1211 y a esa otra parte asignada por el arzobispo en 1219, es decir Serreilla, Santa Cruz y Mira. Y, ante esta disconformidad, el arzobispo Giménez de Rada, recurrió al papa Honorio III, recabando su apoyo para sus adjudicaciones. A lo que el papa respondió nombrando un tribunal que se encargará de delimitar las lindes de las  iglesias de Albarracín y Cuenca. Esto se dirimió en el juicio eclesiástico de Burgos que, al no tener datos concretos y fechas exactas, dilató la solución del conflicto y se vio  obligado a crear una comisión para estudiar todas las cuestiones y determinar los límites diocesanos entre Albarracín y Cuenca y los derechos diocesanos de Moya.
En 1190, las iglesias de Cañete, que estaba bajo la autoridad del Azagra, tras haber arrebatado Alfonso VIII al Azagra entre otras cosas, las salinas de Fuente Manzano, circunstancia preliminar a la cesión diocesana de Cañete a Cuenca por parte de la iglesia de Albarracín. son entregadas a la nueva diócesis de Cuenca, aduciendo que un día esta zona perteneció a Valeria y que Albarracín las poseía poco lícitamente. (A.C.C.I. Caja 1 nº 13)
Texto y mapa tomados de la BIOGRAFÁI DE CASTILLO DE QUELASA. Gracias.


Otra parte importante de este puzzle histórico lo constituye un apartado de esta obra en la que se explica como el Arzobispo de Toledo da en feudo a Gil Garcés  Serreilla, Santa Cruz y Mira, sin aguardar el dictamen de la Comisión, con los consiguientes problemas para el obispado conquense. Será el obispo de Tarazona el que recibirá el encargo del papa Gregorio IX de poner fin al conflicto entre las iglesias de Albarracín y las de Cuenca y los derechos diocesanos de Moya. Así se repartieron las iglesias de Vallanca y Santa Cruz para Albarracín y  Mira y Alcalá de la Vega para Cuenca.
Con el capítulo II “Buscando el  castillo de Serreilla” comienza realmente  la parte importante de este trabajo de investigación que no se podría entender sin el  capítulo I dedicado a aclarar aspectos históricos importantes. Desde un principio el autor parte de las características exigibles a Serreilla: “Restos de poblado preislámico y restos de castillo árabe; castillo de cierta relevancia limítrofe con Ademuz, situado en las tierras de Moya y al que se le pueda aplicar las prerrogativas de las Cartas de Daroca según Liber Feudorum Maior (Primus): tierras templarias y diezmos eclesiásticos”.
A lo largo de todo el capítulo va desgranando el autor, con aportaciones  documentales amplias, todos estos aspectos comenzado con la localización de Serreilla en los términos de Alcalá de la Vega. A continuación aporta datos de este castillo de AlS.zal.h o Xerrrella y de otros muchos castillos conquistados a los árabes  pertenecientes a la jurisdicción de Valencia, entre los cuales no se encuentra Serreilla, según demuestra Niceto documentalmente. Este castillo de Serreilla era limítrofe con Ademuz en “Tierras de Nadie” y sus vestigios no siguieron el mismo camino que los demás castillos de las cartas de Daroca de los que si hay restos. Tal vez dice el autorpor la pérdida de provecho o interés fronterizo sufrió primero el abandono y más tarde su total olvido histórico”. Es interesantísimo el estudio que complementa este apartado del castillo de Serreilla en el que Niceto Hinarejos estudia otros castillos  cercanos con sus coordenadas geográficas y su situación. Además hace un estudio pormenorizado del castillo de Al-Qala o Quelasa con profusión de datos, croquis, mapas y excelentes fotografías a todo color  para demostrar que  el castillo de Serreilla es el de Al-Qala o Quelasa “porque el no haber otro en la zona y ser un castillo relativamente importante lo convierten en único y exclusivo, capaz de asumir las prerrogativas de las Cartas de Daroca y de la doctrina reflejada en “ Liber Feudorum  Maior (Primus)”.
 Analiza también el autor en este mismo capítulo las prerrogativas de las Cartas de Caroca aplicadas a este castillo: Eran tierras dadas a los templarios para repoblarlas, en ellas había que ir preparando su puebla, su conquista y sus iglesias, a las que se les reservaba el diezmo de todas las tierras y, además, a algunos lugares de las mismas Alfonso II de Aragón y Pedro II les habían confirmado estos Fueros o privilegios.

Según Liber Feudorum  Maior los lugares de las Cartas de Daroca disponían del 20% de todas las tierras conquistadas a los infieles, del 10 % de la parte real, la décima de las posesiones del rey, una parte de los tributos que el rey  taifa de Valencia pagaba al conde y del diezmo eclesiástico exigido para las restituidas iglesias  primitivas antes  de que en 1158 Adriano IV aprobara la renuncia de las Órdenes Militares a la herencia del Batallador.
Con  el encuentro de los viejos documentos de las respuestas de los vecinos de Alcalá de la Vega a las cuarenta preguntas del Censo del Marqués de Ensenada,  aparecidos entre papeles del ayuntamiento para eliminar, el autor encuentra datos que  confirman los privilegios del rey Alfonso concedidos al Común de Alcalá de la Vega.. Este documento y otros muchos más aparecen en esta obra transcritos por el mismo Niceto Hinarejos. Ampliamente explica el autor cómo los bienes del Temple en Castilla fueron otorgados  por el papa  Juan XXII en1319 a la Orden de San Juan .Las tierras de la herencia templaría en Alcalá de la Vega se les denominaba Heredad Coronada Común, descrita pormenorizadamente por el autor, con los lugares que la formaban y  cómo fueron a parar a manos del Marqués de Cañete, del Marqués de Moya; y cómo también las tierras del Diezmo pasaron con la desamortización a familias pudientes de distintos lugares del marquesado de Moya, que se conocieron como “ mayorazgos” y que lindaban con las propiedades del Marqués de Cañete; lo que delataban su común origen.
Foto: Ya casi nadie se acuerda de los “Mayorazgos”. A medida que han ido desapareciendo las personas que, durante siglos labraron los “rochos” de los montes para el pan de cada día, cultivaron la vega para que con sus frutos y mediante el canje se atendieran a las necesidades elementales de supervivencia, y se acabaran las disputas de lindes y de ribazos, también han acabado las referencias a los “Mayorazgos”, capaces por sí solos de acabar o provocar polémicas y desavenencias: Y no sin razón: por algo eran desde 1844 los que mayor extensión de vega cultivaban.
Desde 1158, la ermita de Ntra. Sra. de Alcalá, representando la primitiva parroquial preislámica, era dueña de gran cantidad de tierras (10% del total) otorgadas por R. Berenguer IV, a instancias del papa Adriano IV, para el sostenimiento de la nuevamente establecida parroquial. Esta particularidad constituía un caso especial y único en la provincia de Cuenca, difícilmente comprensible para los desconocedores de la Historia.
Tal vez llegarían a las 500 Has. Casi durante SIETE siglos, estas tierras fueron cultivadas en común bajo unas obligaciones comúnmente aceptadas. Nadie se distinguía, las tierras estaban equitativamente repartidas y el equilibrio social era una de las características propias del pueblo.
La desamortización (1840—1865) rompió ese equilibrio: Celedonio Montero, Antonio Zafrilla, Aquilino Jiménez, Juan Bautista y Tomás Sáiz, Mariano Férriz y Hermenegildo Pérez de El Cubillo adquirieron todos estos bienes y se rompió el equilibrio social reinante.  Y al ser llamados Bienes del Mayorazgo, sus adquirentes se llamaron, o los llamaron, LOS MAYORAZGOS. Fueron los nuevos ricos.
Sólo los más mayores lo recuerdan: hace muchos años que nadie habla de “los Mayorazgos”. La década de los cincuenta acabó con una tradición y con una forma de vivir, de pensar y de sentir……..

He aquí el cuadro de distribución de los Bienes del Mayorazgo:

Titulares  que adquirieron  los BIENES DE MAYORAZGO  de las Tierras de la Ermita de Nuestra Señora de Alcalá de la Vega ioHeredad de Santa María.
Tomado de la BIOGRAFÍA  de  CASTILLO DE QUELASA.Gracias.

En este mismo capítulo analiza el autor cómo estas tierras del Diezmo, conocidas como la Heredad de Santa María o bienes de Mayorazgo fueron adquiridas por Celedonio Montero con 15 hectáreas de las mismas en la desamortización de 1844;  por Antonio Zafrilla de Algarra que adquirió 25,675 hectáreas; por Aquilino Jiménez, natural de Algarra, que compró 63,576 hectáreas en 1844, ahora en poder de sus descendientes; por Juan Bautista y Tomás Saiz de Tejadillos que adquirieron 23 hectáreas y también el edificio del Mayorazgo. Todas estas adquisiciones están muy documentadas en la publicación.
En el epílogo el autor analiza las consecuencias de esta pérdida para la iglesia de Alcalá de la Vega y del Cubillo: 500 hectáreas de labor propiedad de la ermita de Ntra. Sra. de Alcalá, heredera de la primitiva parroquial del poblado de Serreilla, de las  que había sido titular desde 1158 hasta 1884-1856.
Aporta fotos y documentos a tal efecto y concluye con unas palabras que dan sentido a toda su obra: ”Si mi condición de ser hijo de Alcalá y conocedor de sus tradiciones me favoreció en la búsqueda, mi independencia para la búsqueda e interpretación de documentos  medievales me llevó a saber. Dos condiciones que, de haber faltado una, mi aventura hubiera sido imposible

El apéndice documental que acompaña a la obra es muy completo. Son veinticinco documentos fundamentales que el propio Niceto ha traducido con su buen hacer y su gran  conocimiento del latín, de la paleografía y del castellano antiguo.
Una obra muy trabajada, fruto de muchos años de esfuerzo, de visitar archivos diversos, de recorrer lugares y de un gran conocimiento de su pueblo y de la zona de Moya y zonas limítrofes.
 ¡Enhorabuena, amigo Niceto, porque has marcado un nuevo hito en la historiografía de las tierras de Moya! Has dado luz a un gran misterio que es la localización de Serreilla que tú has demostrado con gran profusión documental que  estaba localizada en el término de Alcalá de la Vega, junto a la ermita de Ntra. Sra. de Alcalá, en un meandro  que forma el Cabriel.
Me alegró enormemente de esta publicación y que tengas salud para seguir ilustrándonos con nuevas investigaciones de estas tierras de Moya que empiezan a recuperar su verdadera historia.


                                  Mariano López Marín

                                  Utiel, 23 de febrero de 2013



Foto: La grandeza del paisaje custodia el recinto que, por sagrado, mítico  y atractivo, cualquier alcaleño siente gozo y placer al visitarlo. Sabe que es la cuna de sus antepasados y lugar de peregrinación de muchas generaciones. Miguel Ramírez Collado nos obsequia con esta foto.



 Foto: LA CABECERA DEL RIO CABRIEL
 El Vallecillo  (Teruel), situado en la misma cabecera del río Cabriel,  donde brotan sus primeras aguas, conserva por esta circunstancia y por presidir este gran valle que, tras vencer el estrecho, se abre ampliamente y se extiende hasta el molino de San Pedro y los límites con las Veguillas (Torreforte) de Salvacañete (Cuenca) para continuar hacia el Sur, vestigios muy tempranos en el tiempo de la presencia del hombre. 
Incluido en unas tierras a las que Alfonso El Batallador llamaba  “inhóspitas, sin cultivo y poco pobladas”, este fértil gran valle del Cabriel se apartaba de la sentencia del Batallador y dio lugar importantes heredades agropecuarias y grandes explotaciones ganaderas debido a la abundancia de agua y de pastos.
Ya en el siglo XII,  mucho antes de que los reyes de Aragón hicieran lo mismo en otros lugares de Teruel, los Azagra de Albarracín dan concesiones para conseguir su puebla con especiales libertades, ventajas y exenciones que motivaran a los nuevos moradores. Esto dio lugar a que los Concejos disfrutaran de grandes propiedades y dehesas que, a veces, cayeron en manos de familias notables que fueron sobresaliendo y aumentando su influencia a medida que se incrementaba el pastoreo como consecuencia de la demanda de lana. Es el caso de las familias Tobías, dueño de los pastizales La Prada; los Cavero, dueños de Torre Cavedo y, más tarde,del Molino de San Pedro; y Juan Vellido, de donde hay quien dice proviene el nombre de Vallecillo (Val de Vidillo), dueños de la zona de El Vadiello, en clara alusión al vado para cruzar el río,.Prados del Hoyo o Prados Quemados y de la Puerta, en alusión a la entrada al valle Cabriel, hoy Arroyofrío.

Adentrándonos  en la provincia de Cuenca, vemos que, a principios del siglo XIV, surgen alrededor de nuevas explotaciones ganaderas varios caseríos aprovechando las ventajas que proporciona el río: La Nogueruela, La Peraleja, Las Veguilla, El Masegoso, El Masegar, Los Cortijos, Fuentes Claras (más tarde Salvacañete). Circunstancia que provocaría luchas por los pastos con los vecinos del Norte, amenazas e incursiones poco pacíficas en defensa de unos derechos  que todos decían defender en justicia. 

Moya, cabeza del Señorio, que se formara tras su puebla por Alfonso VIII a principios del siglo XIII, administraba y defendía estas tierras y caseríos que trataba de expandir unas veces con acuerdos y otras mediante ocupación. Este es el caso de la Hoya del Milano en Muela Gayubosa, en tierras de Albarracín, donde, a finales del siglo XIII, Moya adquirió tres signias de tierra, capaces de sustentar con las rentas de sus pastos y cultivos a tres familias. Los permanentes conflictos por estas signias de la Gayubosa, prolongados durante siglos, primero con los señores de Moya y después con el Concejo de Zafrilla, quedan suspendidos y, todavía, por resolver.

El Collado de la Grulla, gran balcón sobre el Cabriel, que separa las tierras de Albarracín de las de Castilla da vista al castillo de Torreforte de las Veguillas, construido en el siglo XV por López de Alarcón Carrillo, formando parte del Señorío de Valverde. Este noble se adueñó de las dehesas de las Veguillas, Fuente del Berrro, Valverde y Hontecillas y las retuvo frente a la codicia de Moya y de Albarracín que se las disputaban. Allí cobraba impuestos por el paso de ganados y albergaba las cabalgadas que se dirigían a las tierras de Albarracín o a las de Moya en busca de botín.

Siguiendo la corriente hacia el Sur, el río se asoma al gran ensanche de la huerta de Alcalá de la Vega y, al despedirse de ella y entrar en la serpenteante y espléndida Hoz que forman las faldas del Monegrillo, acaricia un meando cargado de misterio, de historia y de leyenda donde duermen los restos de un poblado, que apenas se asoma al exterior, vigilado por una ermita y el torreón de la fortaleza árabe de Al—Qala o de Serreilla, a la que Al-Idrisi en “Los Caminos de Al—Andalus en el siglo XII” hace referencia cuando dice. “este castillo se encuentra a tres jornadas al oriente de Cuenca, a tres jornadas de Albarracín y a tres jornadas de Alpuente o a 13 millas”.
Y continuando hacia el Sur, Campillos de Paravientos  y Boniches le adornan su cauce con espectacular decoración, sobre todo en tierras de Boniches donde sus riberas no admiten más belleza ni mayor expectación hasta llegar a las profundas y fastuosas gargantas de las tierras de Villar del Humo. A partir de aquí, transcurre tranquilo y como si estuviera preparándose  para la desbocada caída en Víllora, sin duda su mejor actuación y su mejor escenario.
       Fotografías tomadas de la BIOGRAFIA DE CASTILLO DE QUELASA  EN  Facebook


(C) MARIANO LÓPEZ MARÍN

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